Visita al Museo Nacional de Bellas Artes con Sasha y Lucía
De forma milagrosa nos permitieron pasear con Sasha por segunda vez. En esta Noemí nos dio hasta las 2 pm. Hoy es sábado y llevamos en mira una deuda: el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA).
Como no disponemos de mucho tiempo, y el MNBA tiene dos edificios, decidí llevarlas al de Arte Universal.
A las 9 de la mañana, felices, bajábamos en busca de la ruta tututú (222); la favorita de los jóvenes de La Lisa, por viajar hacia la Habana a través del Vedado.
Nos bajamos en la esquina de galiano y zanja para tomar el Boulevar de San Rafael. A las niñas les llamó la atención las Constelaciones de Galiano, instaladas para la Biennal de la Habana 2019.
Como de costumbre, pasamos por el Cinecito para organizar la agenda del día según la Cartelera. ¡No lo creerán! Pero estaban proyectando las mismas del fin pasado: Moana a las 12:30, Rapunzel a las 2:30 y Los Croods a las 4:30. Ni siquiera los cambian de horario por si le conviene a alguien. Estos filmes los vimos Lucía y yo repetidas veces el año pasado, en este Cine.
Todavía es un golpe a la vista ver los hoteles como el Inglaterra y el Iberostar Parque Central cerrados. Luego te escribiré sobre estos dos hoteles por tener características tan peculiares.
Llegamos. El Centro Asturiano es una de las construcciones más bellas de la ciudad de la Habana y, con bastante tino, podría asegurar que de toda Cuba. Es magnífico. Ahora alberga la Sala de Arte Universal del Museo de Bellas Artes. Le envuelve un aura fantástico que te sobrecoge desde que pisas la entrada hasta que le abandonas. Y, para tachar uno de los imprescindibles habaneros, allí estábamos.
Solo tuve que pagar por mí, así que la cosa pinta muy bien, jajaja. Y además, no te cobran extra por tomar fotos. «El recorrido se comienza desde el 5to piso hacia abajo», nos indica una de las veladoras, que se ha ofrecido a tocar el botón del ascensor, para que no tengamos problemas con nuestros deditos.
Aquí estamos. Mi edificio favorito en esta ciudad, tal vez en toda Cuba. He conocido lugares asombrosos pero ninguno le gana al Centro Asturiano en majestuosidad, grandilocuencia y cordura a la vez. Claro, al inmueble súmale los tesoros únicos, irrepetibles que lleva en su seno, algunas piezas sobresalientes en Latinoamérica.
Cada sala tiene sus encantos. Cada vez que llego a una me gusta más que la otra. O tal vez sea que tengo muy mala memoria. La verdad es que cada cultura tiene sus logros; cada escuela, sus peculiaridades. Las paletas abarcan desde la sobriedad de los ingleses, la profundidad de los españoles, lo colorido de lo flamenco, el diseño de los italianos…, y la tristeza de muchos, muchos exponentes de la realidad que ha acompañado al hombre durante su camino.
Por mi parte, soy de sangre española. Por supuesto que me identifico con la oscuridad del barroco por una parte y la luminosidad de Sorolla. Y definitivamente me quito el sombrero y el corazón frente a la escuela flamenca, con sus lienzos sobrecogedores.
A Lucía también le gustan los padres españoles, mientras que a Sasha, como es de esperarse, por su temperamento y sobriedad, fue a encontrar sus favoritos entre los ingleses e italianos. Y no precisamente por las atmósferas, sino por el empleo de las líneas.
El aura que envuelve este escenario, profunda y conmovedora, penetra por cada poro de tu cuerpo. Las exposiciones de los maestros antiguos no se hace esperar. A Egipto corrimos a ver sus esculturas escalofriantes, su Libro de los muertos y el sarcófago, que esta vez no estaba. Los griegos y latinos con sus disimuladas diferencias difíciles de ver dentro de las paredes de un museo. Cuánto quisiera estar dando un Free Tour por el Coliseo de Roma o las Ruinas de Atenas…
Es una pena que sean tan escasos y en tan mal estado los restos de las esculturas en general. Las griegas, a las que se les ofrece un lugar prominente dentro del recinto, no pueden mostrar mucho más de los rostros, algunos torsos y las miniaturas. Sin embargo, no dejas de apreciar el trabajo de aquellos artífices. Como en este griego Don Juan, que no se cansa de enamorar a las que se le arriman.
La colección de ánforas y cántaros es la que mejor se conserva, aunque parezca contradictorio. Me pregunto, ¿cómo han sobrevivido mejor esos frágiles vasos frente al duro y sólido mármol de las esculturas? Un misterio que me hace pensar en las incongruencias de mis pensamientos.
Otra de las grandes penas del Museo de Bellas Artes es la ausencia de la modernidad. No posee nada de las vanguardias, ni de los impresionistas… Se extraña París, y más. Cuanto diera por ver una de las estaciones ferroviarias de Monet, alguna de las variaciones del grito de Munch o mi alma reflejada en un retrato de Van Gogh.
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Almuerzo infantil
Como la agenda comprende de manera obligada el almuerzo infantil salimos al mediodía. Las pizzas de Obispo continúan ausentes. Compramos un paquete de pollo frito (3 muslitos) por 60 pesos y bajamos en busca de las mismas pizzas de la semana anterior; pues el pollo se había quedado en una muela.
Ya eran las 2 de la tarde. Debía regresar con las niñas (por Sasha), pero «un ratico más», se imponía. Fuimos a la Plaza de Armas para observar la exposición interactiva del Museo Palacio del Segundo Cabo: cerrado. Esta vez la tecnología tendrá que esperar. Sé que a Sasha le habría gustado.
En la bahía nos dedicamos a esperar el P-5 de regreso a La Lisa. No es que quisiera ir a la contraria, pero cuando las cosas conspiran uno termina cediendo. Frente a nosotros, los muy disciplinados, se detiene una guagua con el cartel: «Lancha». ¿Cómo soportar a eso? –¡Chofe, ¿sube al Cristo?! Y así terminamos cruzando el Túnel de la Bahía de la Habana, subiendo al Cristo, atrasándonos un par de horas.
Siempre es un placer subir al Cristo de la Habana. Algunos gustan llamarle El Cristo del viajero. Lucía y yo hemos subido unas cien veces, pero esta era la primera vez de Sasha, ¿cómo es posible que nunca la hubiesen traído? Desde acá la ciudad es distinta. Desaparecen algunos contornos para convertirse en una masa compacta de ciudad hermosa. La distancia hace desaparecer resquebrajamientos, derrumbes, traiciones. En el aire queda la imagen de una doncella desposada y seductora.
Esta visita al Cristo era furtiva, regresamos en el mismo bus. Ya volveremos con nuestros acostumbrados picnic a los pies de la Escultura de la valiente Jilma.
De regreso pasamos por frente a la Casita de Martí, la Terminal Central de Ferrocarriles y las ruinas de la muralla de la ciudad. Terminamos el recorrido en una 43 hacia La Lisa, adonde llegamos a las 4 pm. No se pueden quejar.
Ya me despido, pero antes te dejo estas observaciones.
Algunos datos del Antiguo Centro Asturiano
Constructivos
El Centro de las Asosiaciones Asturianas surge tras el llamado que hiciera el Arquitecto Emilio Herrera Mora en el Periódico “La Discusión”, del 1 de noviembre de 1910. Fallece, el pobre, en 1918 tras un incendio; como era de madera… Se construye el actual edificio entre 1924 y 1927, bajo el mando del Arquitecto Manuel del Busto y con las manos de la Compañía Purdy & Henderson. Aunque debe respetarse la actuación también, de varios entes internacionales (Italia, España…). Su costo ascendió a los 2.5 millones de pesos.
Se re-inaugura en octubre de 1927, para mi cumpleaños, si hubiese nacido.
Usos
Es nacionalizado en 1959 y en 1962, el “Primer Ministro” Fidel Castro lo inaugura como el Palacio de Pioneros. Luego pasa a ser el Tribunal Supremo y sobre este período te regalo un chiste de humor negro: es en este tiempo que se pierden el Archivo y la Biblioteca del Centro Asturiano. Me pregunto, ¿qué habrá hecho la Corte Suprema al respecto?
Tras el deterioro por el uso extremo, se le asignó una reparación profunda en 1999, a cargo del Arquitecto José Ramón Linares Ferrera. En 2001 fue re-inaugurado como la actual Sala de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes.
Esbeltez
El antiguo Centro Asturiano es uno de los inmuebles más representativos del eclecticismo español, con mezcla de barroco y de plateresco. En todos sus recintos observarás una fuerte tendencia ceremonial y escenográfica. Con sus cuatro torres se levanta como uno de los edificios más imponentes de la Primera Arquitectura Republicana.
Entre los detalles que le dan grandilocuencia encuentras vidrieras emplomadas de Madrid y 578 lámparas decorativas de cristal de Bohemia. El toque maestro final se encuentra en la caja de la escalera, coronada por un majestuoso lucernario con imágenes del descubrimiento de América por Cristóbal Colón. La Pintura de esta bóveda le corresponde a Mariano Miguel, quien fue uno de los decoradores del Palacio Presidencial (hoy, Museo de la Revolución).
¡Chao!
Tío Lucio el viajero, hoy, mmmuuuuuuyyyyy feliz…