Mi Viaje donde pedí 3 regalos y recibí 7
Sobrinas y sobrinos amantes de los viajes y aventuras, comenzaré por un extracto. Cumplí un año más en esta bella infancia que poseo. Y, para que entendáis el por qué del título de este post, les sintetizo: el regalo triple fue: a) viajar, b) hacerlo con Lucía, Dayner y Tali, y c) tachar junto a mi niña este imperdible del Turismo cubano (Las Cuevas de Bellamar, en Matanzas).

Sin embargo, a veces le pedimos a Dios una cosa y nos regala otras. Por eso, quiero contarles sobre el mejor viaje que he tenido en toda mi vida. Y no es una falacia, ni palabrería barata. Lo que viví este fin de semana fue una pasada familiar como nunca antes la había tenido; al menos, no con estas bendiciones específicas.
Esta ciudad me estresa: ¡A viajar!
Antes de continuar: muchas gracias, amiga y amigo, por visitar mi blog y leer estas páginas que vuestro tío les dedica con tanto cariño.
Viaje regalo de Cumpleaños
Desde hace dos meses decidimos Lucía y yo visitar la ciudad de Matanzas, con la idea de mostrarle las famosas “Cuevas de Bellamar“. Pero circunstancias lo impedían cada vez que lo intentamos.
Por fin, logramos reservar y, para suerte de bienes y alegrías se nos unieron Tali, mi sobrina y la mejor amiga de aventuras en muchos años, y Dayner, otro gran hermano, hijo, sobrino, con quien he podido compartir varios desafíos como la vez que atravesamos a pie (más del 90 por ciento) El Escambray de Cienfuegos a Trinidad, por El Nicho–Parque Guanayara-Topes de Collantes-Playa Ancón.
A través de la aplicación “Viajando” reservé pasajes en el Tren Habana–Santiago de Cuba rumbo a Matanzas.
Vivimos en el municipio La Lisa, en las afueras de la ciudad. Por lo que para tomar trenes y autobuses hay que ir al centro de esta capital. Uhm. No contábamos que nos esperaba una sorpresa al llegar a la Habana Vieja.
Pero se los cuento un minuto después.
Recargar las baterías
Antes de partir, en especial hacia un viaje desconocido, sin agenda ni cabos atados de antemano, nada más conveniente que recargar las pilas con la energía del amor. Y, como ese tío entra por la cocina, qué mejor que te lo demuestren con el buen almuerzo que nos regalaron antes de salir hermanas y hermanos queridos de nuestra Iglesia.
El simple pero suculento manjar estaba dotado de un arroz amarillo de sabor exquisito, con equilibrio magistral; ensalada mixta de aguacate y pepino; bebidas gaseosas; y el postre.

Como es de esperarse por parte de Silvia, nada se compara con el Flan oloroso, y rico que ella esculpe con las artes de la dedicación (madre de la alta cocina). Varias fueron las expresiones -Tali una de ellas-, de: “…este es el flan más sabroso que he comido en mi vida”.
He recibido muchos regalos en estos días: dentro y fuera de Cuba; entregados, enviados, compartidos… Pero cuatro capitulan la jornada, el regalo del Maestro Titiritero Adalett, las felicitaciones inesperadas del colega Emilio Ríos, en la red Hive, el flan de Silvia y este viaje bendecido desde el principio.
A caminar el mundo
Salimos después del buen almuerzo, el Metrobús pasó al poco rato de llegar a la parada, los helados que compramos estaban buenos y… Tan, tan. La estación de Trenes estaba más cerrada que la taberna de una peli del oeste durante un duelo entre héroe y villano.

Supongo que al no poder entrar a Santiago de Cuba el tren después de paso del Huracán Melissa, no los han activado aún. Caímos de incautos y desinformados.
Quedaban dos de tres opciones (porque la tercera no pasó jamás por la mente): Tomar la ruta A40 hasta las playas del este, Guanabo, para continuar camino al dedo; o ir para la Terminal de última hora, detrás del Castillo de Atarés.
Nos decidimos por la segunda.
Llegamos en apagón a la Terminal y antes de poder anotarnos en la lista de espera, ya estábamos encima de un carro que estaba allí con los cuatro asientos que necesitábamos; ni uno más, ni uno menos.
Para colmo de bendiciones, al no saber hacia dónde vamos, nos pasamos de parada al llegar a Matanzas y nos llevó justo donde Dios nos quería dejar: en las arenas debajo del puente de Río Canímar, en la carretera de Varadero.

En este entorno de pescadores y arena fina levantamos las carpas. Y mientras los carros nos pasaban por arriba, botes y lanchas nos acariciaban en busca de la carnada para lanzarse a la mar.
Al día siguiente llegar a las Cuevas de Bellamar, visitarlas; y de ahí continuar camino a donde nos lleve el viento. El itinerario inicial de este viaje planea tres sitios principales: Las Cuevas de Bellamar, dormir en Playa Jibacoa y visitar el Peñón del Fraile.
En la segunda parte de este relato verán cuanta maravilla.

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Pero esa jornada no pudo terminar mejor. En completa paz de familia, mientras sentía la caricia del silencio yo escribía un poco, editaba y subía fotos en espera de esa linda medianoche dentro de mi carpa junto a mi niña bella. A los lados, un gran amigo, y mi sobrina mochilera…
Acaso, ¿puedo pedir más?
Con cariño,
Vuestro Tío Lucio el Viajero.



