Pakjómovka : un paraíso en lontananza

Pakjómovka (Пахомовка) es uno de esos lugares encantadores por lo inhóspito de su naturaleza. Tal vez no sea de los Destinos turísticos que por lo general se tengan en mente… Sin embargo, es un paraíso en medio de la naturaleza. Un lugar a donde vamos los cansados de tantas guerras espirituales, de tantos tropiezos; y encontramos la paz que se necesita para recargar las baterías de la tolerancia.

Soy creyente. Por eso pienso que todo proviene de Dios; así que no malinterpretes mis expresiones. Hablaré de Pakjómovka (Пахомовка) como lugar que obra por sí mismo.

No te recojo estos paseos en la Categoría Relatos de Viajes, porque hoy, significan mucho más para mí. Conecto Pakjómovka con el alma; así ubicaré este post en Viajes interiores.

Mi primer descanso ruso

Todos los viajes mantienen un engarzado con nuestro espíritu. Y, por supuesto, es de esperarse que nos movemos a la par de nuestros pensamientos y emociones; dándole a veces más connotación a unos sitios sobre otros. Pienso que el grado de necesidad o sinergia en el viaje influya. Es por ello que algunos lugares mellan más en nuestra psiquis…

A decir verdad, este SlowTravel ruso ha sido un tanto raro y bien cargado de las más fuertes sensaciones -y padeceres, ¿por qué no?. Incluso no podría escribir por completo lo que he vivido en estos lugares del viejo continente. Tal vez, algún día tenga el valor (y algo más) para sentarme a detallar sobre mis aventuras por acá.

Hoy, con mejores ganas, te escribo sobre este lugar sin más tropiezos que el no tener conexión posible con ella. (Entre la Habana y Pakjómovka hay muchas reticencias de por medio).

Ojalá le tuviese en alguno de mis yo.

Pakjómovka, es un pequeño grupo de Dachas en medio de la nada rusa; sin mayor mérito que su propia soledad. Condición que tanto conecta con mi alma viajera, escurridiza, solitaria. Más por estos días de lontananza espiritual y horfandad de hija.

Le conocí gracias a los hermanos y amigos que me la presentaron a finales de 2021. La Iglesia de Tekstilchiki compró una de estas granjas para construir un campamento local, una misión, y quien sabe cuanto valor futuro. En la primera escapada posible, allí me las vi con mis hermanos rusos cortando y clavando maderas, cargando ladrillos y cemento, o sirviendo en la cocina…

Todo esto, casi sin poder comunicarnos más allá del amor que sobrepasa fronteras y, allana todo cuanto se le interpone.

Era finales de noviembre. Las nieves no le alcanzaban todavía. Nos ocupamos en labores reconstructivas y crecimiento de la Dacha principal.

Para mí todo lo nuevo es propenso a la alegría; aunque sea difícil, sucio, trabajoso. Es parte del entusiasmo de nuevas experiencias.

Diversiones extras

Más allá de los andamios y las escaleras, Pakjómovka tiene un río que me recuerda el Agabama, en la parte central de Cuba. Para un cubano, los ríos en Rusia son gigantes y, aunque este no es grande, lo parece.

La Dacha en ruinas

Al lado, su voz me llamaba a cada instante. El silencio de una dacha en ruinas, completamente sumergida entre los espinos, lanzaba un sonido estridente en mis emociones.

Era tiempo de siesta post almuerzo. -En 30 minutos comenzamos-, me dice el Pastor Alexander Vassilych. No puedo aguantar más. Me escurro hacia aquel sitio triste, muerto; pero vivo en su esqueleto. No intento anteponer términos en busca de recursos expresivos. No. Es que en verdad podías sentir su vida latente aunque acabada por los tantos avatares de una vida azarosa. Pareciera una señora de noventa años, amarrada a una silla inválida con los ojos y la voz radiantes de alegría vital. No soy de los que prometen nada. Pero te “juro” que lo podía sentir de esa manera.

En el apuro no pude tomar más fotos. Y tampoco recorrer el sótano escalofriante que le servía de cuna fundamentalista.

Sin embargo, en ella pude corroborar la tradición que leí en alguna parte sobre las alfombras colgadas en las paredes de las salas de estar. Allí estaba, casi sin colores y roída, mas con la persistencia de quien se resuelve a no abandonar su postura. Cuando la observé, dialogó al instante con el recuerdo de aquello que había leído a la ligera en alguna literatura rusa. Fue inesperado; impactante. Jamás supuse encontrar un detalle como este. Era dar de golpe con una verdad no probada. O, mejor dicho, el flashazo de la verdad irresoluta se erguía espoleada por la razón innegable de la vivencia.

Sobrepasaba toda expectativa viajera. Podía imaginar los trastos, las teteras perforadas por el óxido, los colchones ripiados, la ropa vieja de una cultura escuchada solo por las interacciones de los rusos cubanos, los pisos de madera, las ventanas dobles, las chimeneas… Pero esa alfombra extendida en la pared me recordaba viejas supersticiones en las entrañas de esos antepasados temerosos.

A los pocos minutos debí abandonarla (no sin llevarme un viejo y muy oxidado cuchillo que utilicé por varios meses en Moscow).

Nieve, nieve, nieve

Las nieves llegaron y, sin intimidarnos, continuamos realizando varios viajes a Pakjómovka por las mismas labores. Se acercaron las llamadas Fiestas navideñas y esa irremediable soledad de fin de año. ¡Vaya días! Esa fecha con sus tantas ausencias, me regaló dos grandes nevadas: la más grande que ha vivido Moscow en 72 años; y una ventisca de la que mi espíritu intranquilo no ha podido recuperarse.

Pero lo feo no dura mucho tiempo. En los primeros días de enero, el motivo fue diferente: campamento de invierno. Con él tacho uno de los imperdibles en mi Lista de Stuff I´m going to do. Lo único que faltó para vivir el paraíso fue la presencia del regalo más grande que Dios me ha dado.

En esta lista, varias de esas acciones llevan intrínseco el deseo de realizarlas con mi hija Lucía. Estar con mi princesa en un campamento de invierno es una de ellas. Por eso no pude disfrutarlo a plenitud.

De hecho, como se dice en asuntos de guerra: no vi venir al enemigo. Una semana después de este divertido campamento, volaba a Cuba para enroscarme en los brazos de mi hija.

Y aquí estoy. Preso una vez más en esta isla tan pequeña.

Mitya y Arisha

Hubo un suceso de coraje que marcó mi experiencia en aquel lugar. No les hablaré sobre ellos en este post porque ya les dediqué una página completa para describir su hazaña. Te puedo asegurar que nada, nada me impresionó más en esta aventura estival que la personalidad estoica de los niños rusos.

Léelo aquí:

Митя и Арича: dos expresiones de un mismo personaje.

Despedida en lontananza

Tal vez Dios no vuelva a regalarme la opo

rtunidad de visitar Pakjómovka y ver cuánto ha crecido. Pero por muchas nieves que pase el resto de mis días, no olvidaré ese paraíso a medio camino entre alegrías y nostalgias.

Puedes encontrar muchas imágenes en mi cuenta de Instagram.

¡Dios bendiga todos vuestros viajes y aventuras!

Tío Lucio el viajero.

Acá te dejo el enlace a los Free Walking Tours en Moscow con Guruwalk.

Este es mi favorito: Qué ver y Hacer en Moscú, con Civitatis.